La expresión “nada es real, todo depende del color del cristal con el que se mire”, a pesar de proceder de una cuarteta del poeta Ramón de Campoamor (1817-1901), ha pasado a convertirse prácticamente en un refrán de uso popular. Uno de los principales “cristales” que median nuestra visión de la realidad son, indudablemente, los medios de comunicación. Por ello, su influencia en el desarrollo de nuestras sociedades siempre ha sido fundamental; pero también por ello, su responsabilidad social es enorme, ya que esos “cristales” en ocasiones pueden llegar a reflejar imágenes muy negativas para la construcción de sociedades justas. De hecho, diferentes entidades sociales y organismos de ámbito estatal y europeo, vienen denunciando desde hace años casos de malas prácticas en el tratamiento de la información referida a grupos sociales especialmente vulnerables.
Desde las organizaciones sociales, y en general
desde la ciudadanía que trabajamos en proyectos solidarios, lo sabemos muy
bien. Sabemos que las personas con las que trabajamos necesitan recursos para
afrontar sus necesidades económicas, de alimentación, de vivienda, de
formación, de salud, o de relaciones sociales; pero también sabemos que, sin
trabajar las percepciones que la sociedad tiene sobre las personas más
vulnerables, la aplicación de esos recursos puede encontrarse con el muro de
“no, a ti no te alquilo el piso”, o de “no, que tus hijos no se junten con los
míos”, o de “no, de ti no me fío para contratarte”, o de “no, tú no entras en
este bar”, o de “no, no tienes derecho a ayudas, porque la culpa de tu
situación la tienes tú”, o de “no, no tienes derecho a ayudas, porque no eres
de aquí”.
Los ejemplos de malas prácticas en los medios de
comunicación son muchos (e indudablemente también de buenas prácticas), y no
sólo en la prensa sino también en la televisión o en internet. En el caso de
Navarra, en las últimas semanas hemos podido contemplar algunos ejemplos al
respecto (aunque con matices en el tratamiento según los distintos medios). En
un grave incidente ocurrido en Cáseda, en el que fueron asesinadas tres
personas, se informó sobre el origen étnico de las personas implicadas.
Asimismo, se presentó insistentemente como reyerta y tiroteo entre familias, un
hecho que más bien debería haber sido calificado simplemente como el asesinato
de tres personas por parte de otra persona armada con un rifle. Posteriormente,
en un accidente de tráfico que tuvo como consecuencia el fallecimiento de un
menor, se informó sobre el origen nacional de la persona que conducía el
vehículo. En ambos casos se ha incumplido uno de los principios presentes en la
mayor parte de los códigos éticos y deontológicos del periodismo: no mencionar
el origen étnico o nacional de las personas en artículos o reportajes sin que
sea indispensable para la buena comprensión de los acontecimientos.
En estos dos casos ¿qué aporta esa información?,
absolutamente nada. Sin embargo, puede actuar como un potente “cristal”
distorsionador que contribuya a identificar a todas las personas gitanas, o a
todas las personas inmigrantes, con ese tipo de comportamientos; un mensaje
distorsionado que también tiene un efecto tranquilizador a los ojos de las
mayorías: ah, esas cosas las hacen “los otros”.
Otro de los principios que aparece en los códigos
del periodismo se refiere a la necesidad de cuidar la manera en la que se
informa sobre los discursos, pronunciados por personajes públicos, que puedan
incitar al racismo, la xenofobia y/o la aporofobia (odio a las personas
pobres). Y aquí también hemos tenido otros dos casos recientes en los medios de
comunicación navarros. El sindicato UAGN convocó una rueda de prensa en la que,
sin ninguna prueba o evidencia que avalase sus afirmaciones, vino a decir que
la existencia de una prestación económica que protege a las personas en
situación de exclusión es la culpable de las dificultades que tienen los
propietarios de explotaciones agrícolas para la contratación de mano de obra.
Además, sembró dudas sobre la existencia de fraude en estas prestaciones y
sobre la falta de control en la gestión y seguimiento de las mismas. Por otro
lado, un representante del sindicato AFAPNA vino a vincular la conflictividad
en las aulas, y las agresiones al profesorado, con la presencia de alumnado
inmigrante (“hay niños que se incorporan directamente desde la patera y que los
lápices…, se los comen”, fue la frase que dejó para la hemeroteca).
Evidentemente, parece que los representantes de
estos sindicatos no tuvieron en cuenta el negativo impacto que estas
declaraciones tienen en la convivencia social. Sin embargo, volviendo a la idea
de la responsabilidad social de los medios de comunicación, sería necesario que
los y las periodistas pidiesen datos, pruebas, evidencias, antes de publicar
determinadas declaraciones de carácter incendiario. Y es que, mirando lo que
está ocurriendo en el mundo, la información, la apropiación “del cristal” con
el que se mira, es el caldo de cultivo en el que tratan de crecer los
movimientos racistas, xenófobos y aporófobos. Por ello es fundamental la colaboración
entre las organizaciones sociales y los medios de comunicación responsables.
Javier
Arza y Josean Villanueva, trabajadores sociales y patronos de la Fundación
Gizakia Herritar/Paris365 y Myriam Gómez, trabajadora social y coordinadora
general del Paris365.
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