La donación y reparto de alimentos siempre se
encuentra en el punto de mira, sobre todo entre las mentes “progresistas”. Más
allá de posiciones ideológicas, el enfoque de este texto está centrado en los
derechos de todas las personas, entre esos derechos se encuentra el derecho al
bienestar: alimentación, vivienda, asistencia médica, vestido y otros servicios
sociales básicos. También se centra en los objetivos de desarrollo sostenible
promovidos por la ONU donde aparece como Objetivo Hambre Cero.
Cuando hablamos de hambre cero y de la
erradicación del hambre, no solo nos debemos referir al hambre que sufren
personas en países de otras latitudes y que tienen unos niveles de desarrollo
económico y social inferiores a los estándares de desarrollo europeos. En el
Estado español, y más concretamente en Navarra, hay un número de personas
significativo que no solo tienen dificultades para mantener una alimentación
básica adecuada que garantice su pleno desarrollo, sino que tienen dificultades
para comprar alimentos que les permita comer todos los días bajo los criterios de una alimentación adecuada.
Partiendo de esta realidad, como ciudadanos tenemos la responsabilidad de exigir a las administraciones que desarrollen mecanismos para solucionar esta situación. Uno de estos mecanismos es la donación y el reparto de alimentos, que no constituyéndose como el más importante tiene un impacto significativo, es por ello fundamental asegurar que este mecanismo no sea denostado ni despreciado y pierda el valor que en esencia tiene.
Si recurrimos a la definición de donación comprobamos que significa acto de y resultado de regalar, ceder de forma voluntaria algo de valor sin esperar nada a cambio y donde la persona que lo recibe lo acepta (o no) libremente, sin coacciones o determinantes externos. Esta definición describe una acción humana y debería ser entendida e interpretada más allá de creencias religiosas y posicionamientos ideológicos o políticos.
La donación y el posterior reparto de alimentos tienen que estar basados en el principio de solidaridad y los principios éticos de justicia, autonomía y hacer el bien para garantizar la dignidad de las personas que las reciben. El regirse por estos principios conlleva que no vale donar cualquier cosa, de cualquier manera y mucho menos entregar lo donado sin dar valor a quien se le entrega. La persona que recibe lo donado puede voluntariamente aceptarlo o rechazarlo independientemente que lo necesite o no.
Partiendo de esta realidad, como ciudadanos tenemos la responsabilidad de exigir a las administraciones que desarrollen mecanismos para solucionar esta situación. Uno de estos mecanismos es la donación y el reparto de alimentos, que no constituyéndose como el más importante tiene un impacto significativo, es por ello fundamental asegurar que este mecanismo no sea denostado ni despreciado y pierda el valor que en esencia tiene.
Si recurrimos a la definición de donación comprobamos que significa acto de y resultado de regalar, ceder de forma voluntaria algo de valor sin esperar nada a cambio y donde la persona que lo recibe lo acepta (o no) libremente, sin coacciones o determinantes externos. Esta definición describe una acción humana y debería ser entendida e interpretada más allá de creencias religiosas y posicionamientos ideológicos o políticos.
La donación y el posterior reparto de alimentos tienen que estar basados en el principio de solidaridad y los principios éticos de justicia, autonomía y hacer el bien para garantizar la dignidad de las personas que las reciben. El regirse por estos principios conlleva que no vale donar cualquier cosa, de cualquier manera y mucho menos entregar lo donado sin dar valor a quien se le entrega. La persona que recibe lo donado puede voluntariamente aceptarlo o rechazarlo independientemente que lo necesite o no.
Como ejemplo de este modelo de reparto de alimentos está la Despensa Solidaria gestionada por la Fundación Gizakia Herritar/Paris365 donde las personas que acuden a estos recursos tienen la posibilidad de elegir, teniendo en cuenta el tamaño de la familia como sus características culturales, entre distintos productos (tanto frescos como no perecederos) que garantizan la base de una alimentación básica y equilibrada. Así mismo los productos que se ofrecen provienen de las donaciones que gestiona la organización. Lo donado responde y se ajusta a los criterios establecidos por la organización: no se aceptan productos no perecederos que no estén envasados adecuadamente ni que estén abiertos o que hayan sido manipulados de forma inadecuada. Respecto a los productos perecederos, no se aceptan aquellos productos que no estén frescos o en buen estado para su conservación o un consumo no inmediato (en el día).
A quién quiere donar se le orienta sobre los productos que se necesitan para que no donen lo que ellos quieren o consideran que se necesita, sino que sea aquello que realmente necesita quien lo recibe.
Para finalizar y como señalamos más arriba, la donación y reparto de alimentos no es el único ni el mecanismo más importante para alcanzar el objetivo de erradicar el hambre, sin embargo, una donación y reparto de alimentos basado en los principios mencionados si puede ayudar a conseguir un mínimo bienestar en todas aquellas personas que lo necesiten.
Myriam Gómez. Coordinadora General del Paris 365.
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